debutar en filosofía: las “angustias”

Resumen

Hacer filosofía en la escuela plantea dos problemas principales: en primer lugar, lo de determinar las condiciones didácticas en las que los niños (pero tal vez también los principiantes adultos) pueden aprender a ejercitar el pensamiento crítico, y en segundo lugar, lo de determinar bajo qué condiciones el trabajo puede legítimamente llamarse "filosófico". Este estudio propone un pequeño aporte a la resolución del primero. Optamos por presentar una situación de comienzo en una escuela regular, para tratar de hacer que aparezcan algunos de los elementos del problema en circunstancias accesibles a todos. Adoptamos un enfoque que llamamos de "clínica exploratoria", basada en lo que se manifiesta y no implica nada sobre los eventuales resultados. Hacemos un análisis riguroso de la transcripción de la sesión que constituye el material de estudio. El hecho generador es la lectura de un álbum 3 que entra en resonancia con una preocupación existencial recurrente de los niños: las angustias. La psicopatología ha distinguido tradicionalmente: el miedo, una sensación de peligro que se relaciona con una causa identificada, real y perceptible; la ansiedad, un afecto penoso que se refiere a la posibilidad de una causa incierta; y la angustia, un sentimiento de impotencia que se acompaña de fenómenos somáticos. Se puede hacer una distinción entre el miedo, por una parte, que indica un peligro real, y que procede de los reflejos de conservación (el miedo de cruzar la calle debido al tráfico intenso, el miedo a un perro amenazador, etc.), e, por otra parte, la ansiedad y la angustia,: estos dos estados derivan de diferentes patologías. Lo primero es fácil de superar: son suficientes la prudencia y el coraje. Los otros dos estados son más difíciles de superar: ¿cómo, efectivamente, luchar contra lo que no existe, o que sólo puede existir en el futuro (que aún no existe y que tal vez nunca vaya a existir)?