¿se puede escribir una carta para un aprendiz de filósofo?

Autores/as

  • rodolfo rezola amelivia

Palabras clave:

Filósofo, preguntas, infancia, juegos de lenguaje, personas

Resumen

Hay una manera de hablar de los filósofos como de espíritus infantiles que preguntan y cuestionan lo que a los demás les parece obvio, y así se sitúan y nos colocan ante lugares antes insospechados. ¿Se puede ser aprendiz de algo que consiste en ser aprendiz de todo? ¿De todo o de casi todo? ¿También son los filósofos aprendices de lenguas? ¿Pero no las desaprenden porque las tenían ya aprendidas? Lo que parece es que ya hay algo en la pregunta que nos impulsa a abordarla desde juegos en y con el lenguaje, desde viejos y nuevos usos lingüísticos con los que habitamos nuestras maneras de vivir, nuestros territorios, tan familiares y tan salvajes. ¿Hasta qué punto elegimos nuestros juegos de lenguaje, nuestros mundos y formas de vida en común? Quizás lo que hacen los filósofos aprendices o los aprendices de filósofos sea continuar el diálogo abierto entre incompetentes, entre investigadoras o personas poco hábiles con las respuestas dadas al respecto de cómo tenemos que actuar en nuestros entornos. En esta carta se trata de traer a la realidad lo que cuestionamos de ella: si se la podemos estar escribiendo a un aprendiz de filósofo. Es este un acto de creación con las palabras en el que acontece que andamos investigando cómo hacemos para saber hacer venir otras realidades usando lenguas. Cuando hacemos esto, también ocurre que cuestionamos los mundos de las educaciones, aproximándolos a los territorios donde habitamos ignorantes e infantiles, como niños recreadores de juegos que nos sorprenden y nos hacen filosofar: buscar. Interrogando a los modos de comunicarnos y educarnos, interrogamos la actitud filosófica misma, que es la actitud de interrogar lo que no habíamos interrogado o, al menos, como no lo habíamos interrogado. Parece que en ese poner en tela de juicio vamos errando por otras maneras de pensar, de habitar, de comunicar, de experimentar la vida como arte, pasión y encuentro con ella, con la vida que hacemos vivir y que merece más la pena como humana medida de personas entre personas. En este viaje con el aprendiz de filósofo, en este camino epistolar, transitamos por tres consideraciones, por tres paisajes. Por el primero, como sugiere la estrategia Protágoras, quizás no nos haga falta definir algo para ponernos a ello -lo que sería la ruina de la inversión epistemológica del mundo de la estrategia Platón-. Por el segundo paisaje, quizás no haya expertos para eso de saber cómo estamos deseando vivir, ni falta que nos hace. Quizás sea este el sentido más entrañable de los usos democráticos para la vida en sociedad: propiciar el deseo compartido de reconocimiento mutuo en las relaciones interpersonales, Y así, en la vida en común cultivaríamos el sentimiento de pertenencia a algo, a la demanda de humanidad, la de todos. Esa investigación bien puede llenar toda una vida. Por el tercero, quizás tenga cierto sentido enredarse diciendo que el para qué de la actitud de los aprendices de filósofo sea el de la utilidad humana: ¿para qué servimos las personas?

Biografía del autor/a

rodolfo rezola amelivia

Coordinador de MI balza roja, proyecto de investigación docente filosófica. Director de la revista Filosofía para niños. Profesor de Filosofia en Enseñanza Secundaria.

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Publicado

2014-02-10

Cómo citar

amelivia, rodolfo rezola. (2014). ¿se puede escribir una carta para un aprendiz de filósofo?. Childhood & Philosophy, 9(18), 401–421. Recuperado a partir de https://www.e-publicacoes.uerj.br/childhood/article/view/20664

Número

Sección

literatura