Artigo
De
Jóvenes, Actos Delictivos y Responsabilidades
About Young People, Criminal Acts and Responsabilities
Liliana E. Alvarez*
Resúmen
El presente trabajo presenta algunas reflexiones
acerca de la problemática de los jóvenes en conflicto con la ley penal. Se
describen cuestiones referentes al acto delictivo en niños y adolescentes, su
lugar en lo subjetivo, lo intersubjetivo y el cuerpo social.
Se puntualiza la relación entre violencia y
vulnerabilidad y cómo el caso a
caso nos enfrenta con niños y jóvenes con un alto grado de
vulnerabilidad social y desvalimiento anímico.
Se considera que algunos de los actos trasgresores suelen corresponder a
estrategias de supervivencia en los que
la violencia surge como forma de
recuperación del sentimiento de sí cuando la experiencia traumática de haber
sido víctima de violencia no tuvo posibilidad de ser simbolizada (Slavsky).
Se describen las diferentes posiciones psíquicas desde
donde se perpetúa un acto trasgresor: desde el
desafío a la ley hasta la desestimación de la misma.
Se explicita cómo desde la posición psíquica de estos
jóvenes que no se sienten ni nada ni nadie, y para los cuales el otro tampoco
es nadie, la no referencia a un tercero posible los coloca en situaciones de
anonimato y soledad.
Se plantea la pregunta acerca de si es posible pensar
la escena jurídica como dispositivo que propicie la responsabilización
subjetiva.
Se concluye con la aseveración de que no se puede
pensar en la responsabilidad subjetiva de los jóvenes denegando la pregunta
acerca de la responsabilidad social.
Palabras
clave
Responsabilidad
subjetiva; acto delictivo; verdad
subjetiva; verdad jurídica;. ley simbólica; violencia; vulnerabilidad.
Aún estás vivo,
Manuel, tienes que resistir…
Pero, ¿dónde estoy?
¿Por qué este dolor lacerante que me quema y me da frío?
¡Otra vez me invade
el miedo! Y ahora sin saber
si estoy muerto vivo
como los esqueletos…
o si estoy vivo
muerto como los hombres sin sueños.
Enrique Godoy Durán, Los Santos esqueletos
Le robé la campera porque se me dio la gana.
Maté a mi papá porque siempre andaba molestando a mi
mamá.
(María envenenó a su padre en complicidad con su novio
y su madre)
Saco toda la comida que encuentro. Le robé $5 y un pan
de manteca a mi mamá y cerveza al almacenero. (Juan, con sus 11 años, se fugó
de varios institutos y, abandonado por su madre, tiene un hambre devorador de
ella).
Eso no
es robar, yo robo al Estado. Roba
bancos. Su padre falleció de un infarto.
Su dinero había quedado atrapado en el
Corralito.
“No
tengo nada que ganar ni nada que perder. Estoy jugado. Usted es alguien, yo no
soy nadie”, me decía un joven que
acababa de cometer un crimen de esos que la justicia caratula homicidio en
ocasión de robo.
Pero también escuchaba de otro cuando le
preguntaba acerca de su historia “usted no es nadie”.
Ley taliónica, ley arbitraria, postura injuriosa frente a la palabra
paterna, denuncia de un lugar fallido familiar social, fractura narcisista,
parche en una grieta, salida del vacío... Hay un orden legal fallido y se
demanda el lugar de la ley.
Un menor ha
cometido una falta, un delito, ha
hecho valer su ley, su pequeña gran ley.
Y hablare aquí
de menor y no de niño o de joven ya que más allá del discurso de la
convención aún en la praxis cotidiana
el niño, el
adolescente, sus padres
son traídos a nuestro despacho con un primer
diagnóstico silvestre aportado por la
institución: violador, abandonado, homicida, golpeador; categorías que
tendremos que dejar caer para escuchar su nombre.
Apresados entonces
en la denominación genérica de menor y
en la particularidad de un
expediente, nos llega un causante.
Esto es alguien en que sistemas de regulación y
control operaron aboliendo su subje-tividad.
Desde aquí las ideas judiciales acerca de la familia,
el niño, el bien y el mal en relación el
acto criminal cometido por un niño operan como obstáculos produciendo una
ideologización de la práctica
La noción de
culpa y responsabilidad para el derecho
interrogan nuestras ideas acerca de la
responsabilidad subjetiva.
Generalmente se demanda nuestra intervención por un
muy, por un exceso, por un plus, niños muy golpeados, muy violentos.
Exceso que es una falta y falta que es un exceso.
Falta ¿de qué, de quién? ¿Falta que? ¿Falta a que?
¿En qué viejas
historias de desencuentros y fracturas de la función materna y paterna
se inscribe su exceso y se encuentra su falta?
Paradoja,
un exceso que es una falta y una
falta que es un exceso de descarga pulsional, de afectos
desbordantes, arrasadores, de
caer, caminar al borde del abismo y volver a caer.
Si no ponemos en juego en la lectura diagnóstica la
otra escena del par paradójico exceso-falta
trabajaremos sólo con
la dimensión de la falta en lo jurídico, y entonces...?
¿Quién leerá, el texto de su acto?
Pierre
Legendre (1994), plantea en El Crimen del cabo Lortie, que todo homicidio es un
parricidio, porque en todo homicidio está comprometida la relación con la
legalidad fundante. Todo asesinato es un atentado a
Al
respecto, Noemí Nusenovich (2000), considera que “si ubicamos en términos
paternos a la legalidad el principio de
separación frente a lo absoluto que implica la legalidad es definido estructuralmente
como paterno. En el crimen se ataca a la referencia paterna, en un intento de
ligarse a la referencia”.
“Tal es
la contradicción del sujeto, la demanda de la vida, la demanda del padre a
cualquier precio, a través de un acto loco, destructor totalmente de la vida”,
enunciará Legendre (1994).
Atrapados
en su acto nos encontramos con jóvenes cuyos actos hacen síntoma en el otro
pero acerca de los que ellos no se interrogan ¿Cómo hacer síntoma en ellos?
En tanto jurídico, "el hecho" da cuenta de
un ilícito, en tanto subjetivo, de un enigma que deberá ser descifrado.´
Algunos
encaran una posición desafiante frente a la palabra
paterna, otros la desestiman. En los primeros sus actos
toman un carácter de protestas ruidosas
frente el ambiente: intentan recuperar
un lugar que les fue robado, agrandar un yo disminuido, despertar a una
madre depresiva Ante falta de palabra
reguladora sus actos son tropiezos en sus demandas de ordenamiento.
Lugar
del acto en lo subjetivo, en lo intersubjetivo,
y en el cuerpo social
Nos
llegan adolescentes y nos llegan niños, cada vez más pequeños.
Los
jóvenes en conflicto con
La
cultura interpela y el sujeto
responde... a veces con un acto
delictivo… En lo manifiesto, la falta es un exceso. Excesivamente algo: violento, reincidente, agresivo. El exceso
presentifica una falta. Habla de un vacío que no pudo ser cubierto
por remitir a una historia de falta de
alojamiento de la instancia parental.
En
algunos de estos contextos
familiares el padre es
En otros
ante un padre claudicante han tenido que producir su propio padre. “Padre. No tengo”… nos
responden a la pregunta respecto del linaje.
Si la instancia parental no ha ofrecido un lugar
privilegiado en su deseo, si el otro no responde al llamado, la falta de
apuntalamiento familiar y social, el desauxilio, la desayuda, al decir de
Silvia Bleichmar (2002) provocan fallas constitutivas en la subjetividad. Entonces, por la falta de
holding y handing se impide la construcción de un mundo interno, del edificio simbólico en el cual refugiarse.
El decir del niño, del joven no será el síntoma, sino la coagulación
en un actuar: aparecen conductas compulsivas que no se ajustan a un
modelo de la autoconservación, sino que están tomadas por una cierta
voluptuosidad irrestricta.
Ya en 1945
Winnicott (1990) consideraba decisivo el factor ambiental en el surgimiento
de la tendencia antisocial y remarcaba
permanentemente la necesidad de que el niño tenga un ambiente seguro y
estable. Asignando un valor a la conducta antisocial como reacción frente a la
pérdida de los seres queridos y la seguridad cuando no encuentran una respuesta
apropiada, nos habla de Helen, quien
robó en la escuela, cuya familia se había deshecho cuando tenía un año, de Francis, cuyos episodios violentos fueron
vinculados con la depresión de la madre. Así, entonces, la destructividad
caracteriza al niño antisocial. En 1963 conceptualiza acerca de la capacidad
que tiene todo individuo de desarrollar un sentimiento de preocupación por el
otro: es decir, la responsabilidad personal por su propia destructividad.
Relaciona la ausencia de sentimiento de culpa, estableciendo un nexo entre la
idea de la obstrucción de la capacidad de preocuparse y la tendencia
antisocial.
Violencia, Vulnerabilidad
El caso
a caso nos enfrenta con situaciones de profunda complejidad psico-social. En su
mayoría niños y jóvenes con un alto
grado de vulnerabilidad social y desvalimiento anímico, con escasos recursos
ínter e intrasubjetivos, para procesar los estímulos del mundo externo y la
frustración.
Trabajamos con “victimarios” cuyas
violencias visibles denuncian tanto las crudamente visibles, como las invisibles. Escuchamos historias inundadas de
escenas traumáticas, desprotección, violencia y frustración. Escuchamos
La
eficacia de gestos violentos y discursos violentos. El efecto de violencias por
exceso y violencias por omisión.
Algunas
de los actos violentos suelen corresponder a estrategias de
supervivencia en los que la violencia
surge como forma de recuperación del
sentimiento de si cuando la experiencia traumática de haber sido víctima de
violencia no tuvo posibilidad de ser simbolizada (Slavsky, 1994).
Generalmente
son niños que han padecido los efectos de una paternidad y maternidad violenta:
tanto por irrupción traumática de estímulos que rompieron sus propias barreras de protección, como por abandono. La
labor silenciosa de la pulsión de muerte que domina sus actos violentos, muestra los efectos desconstitutivos de la violencia
en su psiquismo, especialmente en la
claudicación del sentimiento de sí: el drama de
sentirse nada ni nadie desde el que se pasa de la lógica del ser violentado al ser violento.
Dificultades
del pensamiento, trastornos identificatorios, repliegue narcisista, incapacidad
para tramitar duelos, fallas en las posibilidades anticipatorias a las
situaciones de castigo y a las situaciones riesgosas, entre otras. Dice Beatriz
Janin (1997) como en todos aquellos “sobrevivientes” de situaciones de
violencia, una parte del sí mismo de estos niños ha quedado muerta. Son una
especie de muertos–vivos. Yo agregaría que
más bien viven muertos, como los hombres sin sueños….
Desfondamiento
de la subjetividad. Nos dicen “ total no tengo nada que ganar, ni nada que
perder”… Daniel Aksman (s/d) dirá que estos chicos “no pierden, más bien se
pierden”.
El
tránsito de “no soy nada ni nadie” a
“usted no es nadie para decirme nada, nos muestra su condena a situaciones de anonimato y soledad Si él no es “nada ni nadie” y el que está
enfrente tampoco lo es, ya no hay referencia a un tercero posible. Se
supusieron abolidos por otro. No son nada ni nadie, y ante esto queda abolido
el propio sentir.
Se
presentan abúlicos, con desapego, con
fachada de falsa conexión y una
máxima desconsideración hacia el otro. No perciben situaciones que
pueden poner en peligro su vida. Presentan dificultades para pensar, para sentir y para poder subjetivarse y formar
proyectos. Su yo se ha vaciado. No están
abiertos a un futuro instituyente. Les es difícil investir un futuro. Sólo hay aturdimiento. Estados de
hiperactividad, desborde, abulia, como de depresión enmascarada.
Esperan
del mundo externo la provisión de sensaciones
que no pueden encontrar en su mundo interno. La búsqueda de sentir es a través de golpes, accidentes,
de peligro. Sólo sienten cuando son
inundados por estímulos: juegan a
aguantar hasta el último momento acostados en las vías para saltar y no ser
arrollados por el tren, a aguantar hasta el último momento para
escapar sin quemarse vivos de basurales
incendiándose . Hay que aguantar, nos
dicen, hablan del aguante.
En sus
cartografías desoladas muchas veces no hay juguetes , ponen el propio cuerpo como un objeto
(juguete) Inversión de la pulsión de autoconservación, el juego de
la muerte, en el cual se ofrenda
el cuerpo retorna en frases del tipo de” Si querés robar tenés que saber poner
el pecho” hay que jugarse cuerpo a cuerpo con la cana… Hay que poner el pecho.
También
escuchamos frases del tipo: “Yo ya hice conducta, ya pagué”. “El que la hace la
paga ...” pero ¿quién paga, qué paga, con qué paga?
Nos
enfrentamos al decir de David Maldavsky (1993) con “Jóvenes que han
cometido actos delictivos en los que ponen en riesgo sus vidas y las de
terceros como una aparente intensa relación con los demás, de carácter pasional
ofuscado, con un máximo de desconsideración hacia el próximo, desinterés hacia
los nexos mundanos, desapego afectivo que frecuentemente culmina como un
duradero estado de apatía. La abulia constituye un núcleo organizador.
Monotonía desvitalizante. Lo diverso no tiene significatividad. El dolor por
sentirse oprimidos, se transforma de apatía en letargo. Esta abolición del
propio sentir es la operación por la cual… Predomina la desestimación de la
instancia paterna combinada con la desestimación del sentir, no de la realidad
A través de manifestaciones catárticas tratan de expulsar el problema.
Mantienen una posición especuladora. Salen de la apatía a través de una
conducta violenta. Viven en conflicto con otros como forma de prevenir la caída
en un sopor letárgico duradero. Allí el contexto legal no es desmentido, sino
desestimado”. Se pregunta el autor
“¿Por
qué impera la tendencia a la aniquilación de lo vital? La pérdida del respeto
recíproco. Según Freud, la tendencia originaria al abuso de poder, a la
aniquilación del otro, a la autodestrucción, es una tentativa de liberarse de
la propia autodestrucción. Euforia mortífera, aturdimiento apático, acompañan
un desenfreno hostil” (Maldavsky,
1993).
Un joven
profería la frase vengativa. “Salgo y lo mato. Odio a la vida y a los vivos”.
“Todos estamos muertos”, me dice el joven
que mató a dos gendarmes.
En el recordado caso de Fuerte Apache tres
adolescentes mataron a un hombre frente a su mujer embarazada. A otro le
cortaron la cara. A otro le dijeron que le volarían el dedo de un tiro si no se
sacaba rápido la alianza. Uno de ellos se quedó dormido al final de un alegato
de uno de los abogados.
Nos llegan adolescentes con una profunda soledad en relación al otro y a sí mismo.
Ni
ángeles ni demonios, como diría García Mendez (1998), van por el mundo con un
dolor no sentido, sin sentido. Expulsando el terror, terror por otra parte
despojado de angustia.
Responsabilidades:
Matan a un Niño.
Matan a un niño
Me
interesaría repensar algunas ideas de Adriana Bugacoff (2000) que considera cuando un niño comete un
acto delictivo, esto remite a
complicaciones en el lazo filiatorio, y esto remite necesariamente a su
condición de hijo. La autora conceptualiza, que estamos en un tiempo en que
existe un ataque al niño en su condición de hijo, y desde allí critica a las
corrientes que proponen bajar la edad de
penalización. El ataque a lo filiatorio nos dice que sería: “no respondés como
un eslabón de la cadena, respondés vos”.
Responsabilidad
deriva del latín respondere,
responder por sus propios actos, frente a sí mismo y frente a los demás.
Giorgio Agamben (2002) , en Lo que queda
de Aushwitz retoma que responsabilidad deriva del verbo latino spondeo: salir garante de alguno o de sí
mismo en relación a algo o frente a alguien.
¿Es
posible pensar la escena jurídica como dispositivo que propicie la
responsabilización subjetiva?
Cuando
un sujeto relata el hecho delictivo que cometió, cuando
un joven se declara autor de un delito,
¿esto quiere decir que se implicó subjetivamente con su acto? ¿Qué es la
asunción subjetiva en este terreno?
Responsabilizarse
implica poder empezar a pensarse en
relación a su acto, pensar su sujeción y poder devenir sujeto y no ser objeto
de sus impulsos. Más allá de la indagación judicial, más allá del amparo, más
allá del poder, la cuestión es implicarse en sus propias investiduras… Padres e
hijos…
Pero no
se puede pensar en responsabilidad subjetiva denegando la pregunta acerca de la
responsabilidad social. Centrarse en la responsabilidad subjetiva
desestimando la pregunta respecto de la
responsabilidad social anularía el acceso a la discursividad social, excluyendo
del cuerpo social aquello que le pertenece.
Matan
a un niño, matan a un joven, que pague un menor
Pero
matan a un niño también podemos leerlo en los acontecimientos violentos que se
sucedieron en los últimos tiempos, cuando en el escenario social, niños y
jóvenes, como rehenes, fueron víctimas de actos delictivos. Horacio Gonzalez se pregunta al respecto ¿Acaso ninguna
vida vale demasiado?
“Si todo
prisionero es rehén y todo rehén es prisionero, primero hay que reanudar un
largo encuentro de las fuerzas de la sociedad para replantear las preguntas por
las vidas en delito. Si todo rehén actualiza el sentido de la tragedia y toda
tragedia cuenta con rehenes en símbolo o en cuerpo, el rehén pone en crisis
todo sistema de valoraciones públicas”. Por eso también es significativo
pensar como en respuesta al
accionar delictivo no únicamente de jóvenes, pero que tenían a jóvenes
como víctimas se pidieron penas más duras para los menores. “Matan a un niño”,
que pague un menor.
Acerca de la intervención
Ya
Sigmund Freud, en la conferencia pronunciada en el Seminario del Profesor
Leofler, de
Nos
encontramos con adolescentes que están atrapados por sus actos. A nosotros nos
corresponderá analizar la otra causa, la otra escena, la historia dentro de
otra historia. La causa dentro de otra causa, la causa que causa la causa.
Escuchar no lo que dice, reproduciendo el interrogatorio judicial, sino que
dice en lo que no dice. Transformar la recepción de esta violencia expulsiva en
llamado abre las posibilidades a un intercambio no mortífero. ¿Cómo hacer que
el joven comience a pensar en las consecuencias del acto cometido?
Se puede
poner en juego algo del orden de la prevención. Si prevención no es antes de,
sino intervenir, revisar la conducta estereotipada coagulada del sujeto.
También limitar un acto para que no cometa otro. Una de las posibles metas de
la intervención sería, que allí donde era el desafío de una supuesta legalidad,
un pensar crítico debe advenir. Introducir la dimensión de interrogación del
deseo de los otros. Del límite simbólico como protector para sí y para los
demás. Desbaratar la ilusión positivista del encuentro con los grandes cuadros,
del perfil del joven delincuente (¿cómo es un homicida? ¿un violador?) en pos de la compresión de la singularidad.
No se
trata de psicopatologizar las categorías sociales, sino repensar los efectos
devastadores de la violencia en el psiquismo que hacen a un joven más
vulnerable a ser atrapado por la red penal. Se trata tal vez de repensar lo que
ya en 1946 planteaba Winnicott (1990) de que la conducta antisocial aparece
como un desafío que los elementos maduros de la sociedad deben afrontar y
contener con dureza. Retomemos la propuesta y redoblemos la apuesta.
Recordemos
también que la tendencia antisocial para Winnicott (1990) es una forma de poner
a prueba los padres, para que sean lo que dicen que son, y para que el ambiente
soporte lo que el niño es. Podríamos concluir entonces reflexionando cómo la
tendencia antisocial abre un interrogante a
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Abstract
This work presents many
reflections about the problematic of children and youth in conflict with penal
law. It describes many questions about the crime act in children and youths, it
subjective place, the intersubjective, and the social place.
It puntualizes the
relationship between violence and vulnerability, and how the case to case put us face to face with children and youth
with a high grade of vulnerability and helplessness.
It considers that the crime
act correspond with strategies of survival in which violence is like a form of
recuperation of the one-self feeling, when the traumatic experience could not
be transacted.
It describes many ways of
psychical positions from is been generated a transgressor act: from the law
defiance to the desestimation of that one.
In this work we wonder about
if it is possible that the law´s
dispositives could work as a place that
could make possible the accession of the subjective responsibility.
This work finishes with the
asseveration that it can´t be thought the subjective reponsability without
thinking the social responsibility.
Keywords
Subjective responsibility;
crime act; subjective truth; juridical truth; symbolic law; violence;
vulnerability.
Recebido
em: 10/10/2004
Aceito
para publicação em: 15/03/2005
Endereço:
lialvarez@datamarkets.com.ar
* Doutora, Directora Carrera de Especialización en Psicología Forense. Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales. Buenos Aires, Argentina.