Sexualidad, Salud y Sociedad

REVISTA LATINOAMERICANA

ISSN 1984-6487 / n.6 - dec. 2010 - pp.135-140 / Rodríguez, A. / www.sexualidadsaludysociedad.org


MARQUET, Antonio. 2010. El coloquio de las perras. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. 584 pp.


Antoine Rodríguez

Université Charles de Gaulle - Lille 3

Centro de Investigación CECILLE

Lille, Francia


> antrodriguez52@gmail.com


Documentación fotográfica acerca de una compañía mexicana de drag-queens, crónica, reflexiones sociopolíticas sobre la cuestión homosexual/gay/queer en México, El coloquio de las perras de Antonio Marquet se presenta como un voluminoso ensayo (578 páginas) de un investigador-fotógrafo implicado desde la década de 1990 en la (sub)cultura LGBT. El punto de partida y columna vertebral del ensayo –cuyo título alude obviamente al Coloquio de los perros, una de las Novelas ejemplares de Cervantes– es la compañía de actores “dragas” Las Hermanas Vampiro. Como lo indica su autor en la presentación, el libro forma parte del proyecto de “registrar rostros de la comunidad gay, a la gente, los lugares, la cultura, realizaciones, fiestas”. Los espectáculos de las Hermanas Vampiro –y más precisamente Joteando por un sueño (2006-2009)– constituyen una narrativa particular, un texto/pre-texto en torno al perreo, que el autor analiza para deconstruir, de manera crítica, el sistema socio-político mexicano en el que dicha narrativa se inserta y del que, de cierto modo, surge también: una sociedad ferozmente homofóbica, un discurso heteronormativo “supremachista” y coercitivo que produce, por una parte, sujetos obedientes y disciplinados; y por otra, sujetos desviantes o abyectos pero armados de resistencia.

Cabe mencionar la larga, rigurosa, ecléctica y prolífica trayectoria de Antonio Marquet como observador y analista de las cuestiones gay mexicanas e internacionales. Dos impresionantes libros de artículos y ensayos preceden al Coloquio de las Perras: ¡Que se quede el infinito sin estrellas!, la cultura gay al final del milenio (2001) y El crepúsculo de Heterolandia, Mester de jotería (2006). En esos trabajos, el autor examina producciones que abarcan lo literario (S. Novo, O. Wilde, M. Puig, J. Genet, L. Zapata, R. Roffiel, M. Tremblay, J. Joaquín Blanco, Uriel Quesada, L. Cernuda, Sarah Kane, etc.); lo visual (Nahum B. Zenil, Fernando Guevara, J. Humberto Hermosillo, Arturo Ripstein, Ang Lee, etc.); lo musical (Regina Orozco, Juan Gabriel, etc.); acontecimientos como “La Semana Cultural Lésbico-Gay” en ciudad de México y espectáculos en antros gay. En la encrucijada de lo que podríamos llamar Estudios Culturales y Estudios Queer, estos artículos-ensayos de Marquet se nutren de las aportaciones de intelectuales como Michel Foucault, Didier Eribon, Pierre Bourdieu, John Boswell, George Chauncey, Dominique Fernández, Paco Vidarte, Slavoj Žižek, etc., para pensar y cuestionar el sentido nacional y transnacional de la cultura gay mexicana que, si bien presenta particularidades idiosincrásicas, no deja de compartir rasgos ideológicos e identitarios con comunidades estigmatizadas de otras áreas geográficas occidentales. Lo que interesa a este autor son las estructuras discursivas que posibilitan –legitimándolos– comportamientos sociales y políticos excluyentes (prejuicios, discriminación, insultos, golpes, asesinatos) pero que también dan lugar a una resistencia artística y societal del sujeto excluido con –y contra– el que pretende construirse el orden heteronormativo político-católico.

La estructura de El coloquio de la perras es doble: una larga serie de fotos (191 en total) se intercalan en el texto principal. Las fotos –acompañadas de un comentario completo sobre el momento y las circunstancias de la toma– documentan momentos efímeros, generalmente condenados al olvido por las leyes del espectáculo en vivo: expresiones de los rostros y de los cuerpos transformándose en el camerino o ya transformados durante el espectáculo, personajes en orgías de maquillaje y de vestuario, reacciones de los espectadores y momentos después de los espectáculos. En cuanto al texto –cuerpo del ensayo– las partes teóricas de la primera mitad del libro abren un segundo espacio para las crónicas, los testimonios de actores y las entrevistas finales. Los breves capítulos que componen el Coloquio se presentan como unidades a la vez autónomas y complementarias. Configuran una especie de blog impreso con una amplia gama de posibilidades de lectura: se puede leer el conjunto de manera lineal o sólo unos capítulos; o empezar por las entrevistas y los testimonios finales.

¿Cuál es el propósito de El coloquio de las perras? El punto de partida es la voluntad de documentar momentos efímeros de la (sub)cultura gay, particularmente los espectáculos drag de las Hermanas Vampiro, para salvarlos del olvido. La aguda observación de estos espectáculos, que sólo se dan en antros gay, y específicamente del show Joteando por un sueño, conducen al autor a una reflexión sobre la noción y la práctica del perreo y las funciones que éste cumple dentro de la comunidad gay donde surge. Uno de los objetivos del perreo, de ese intercambio verbal violento en el que la perra se luce burlándose despiadadamente de su interlocutor(a), es provocar la empatía y la admiración del auditorio, público o privado, con las herramientas de un humor ácido, inmoral y políticamente incorrecto, muy próximo en sus intenciones a la burla del siglo de oro español. Lo pertinente del ensayo es que Antonio Marquet no considera el espectáculo como acontecimiento aislado sino como acto/acontecimiento social de resistencia, producido por un sistema sociopolítico dominante, y sobre todo como reflejo metafórico del sistema político y jurídico mexicano. Pone de relieve los elementos siguientes:

a. El ejercicio de la política y de la justicia en México es un simulacro de democracia y de estado de derecho. Marquet descontruye la retórica oficial, confrontándola con la realidad y señalando los disfuncionamientos (corrupción, desigualdades económicas, racismo, explotación económica, homofobia).

b. La sociedad “supremachista” mexicana se basa en la dominación masculina heterosexual, legitimada y vehiculada por instancias como el gobierno, la escuela, la iglesia, la familia y la televisión. El “supremachismo” se impone inferiorizando a la mujer y excluyendo violentamente a todo aquel/aquella que transgreda los códigos de género (homosexuales, travestis, trans, intersexuales).

c. El sistema heteronormativo (Heterolondia, como lo llama A. Marquet) produce un discurso normativo y prescriptivo que generaría además un sujeto idealizado (hombre viril y heterosexual; mujer femenina y sumisa) y otro monstruoso o abyecto, sobre el cual se construye el sujeto social ideal, creando de este modo tensiones y actos de resistencia por parte del sujeto excluido de la norma. Este discurso oficial, de cierto modo, legitima la violencia ejercida contra la comunidad LGBT (golpes, insultos, discriminación, asesinatos, etc.).

d. Los homosexuales, lesbianas, trans, atrapados en el discurso dominante, son los parias de este sistema, sin derecho a un lugar simbólico y legítimo en la sociedad. Esto los conduce, por una parte, a simular estar en la norma para conseguir un lugar social en Heterolandia y, por otra parte, a cargar –muchas veces de manera inconsciente– con una serie de estigmas (afeminado, débil, traidor, corruptor de menores, abyecto, inútil, indigno de interés) y de complejos (vergüenza por ser afeminados, por desear a personas del mismo sexo, etc.).

e. La dinámica de la estigmatización dominante también tiene efectos dentro de la comunidad LGBT, produciendo una jerarquía entre las personas, un especie de sistema piramidal: en lo alto de la pirámide estaría el gay masculino, blanco, activo, rico, cosmopolita, culto; y abajo, el homosexual afeminado, pasivo, la jota, la naca, la mestiza con fuertes rasgos indígenas, pobre, vulgar e inculta.


El perreo –ingrediente principal del show drag Joteando por un sueño de las Hermanas Vampiro– se nutre y se burla de esos estereotipos para provocar la risa en los espectadores. Según Marquet, el perreo presenta los siguientes rasgos definitorios que pueden leerse en estas citas:

Articulación de violencia verbal y risa, la violenrisa, estrategias gay de lapidación pública, una forma de bashing (paliza) que ha nacido con humor, con todas las esquirlas que la ironía puede arrojar (:51).


Podría considerarse en primera instancia como una identificación con las estrategias del agresor excluyente y, al mismo tiempo, como una canalización, una ridiculización de sus poderes supremachistas (:54).


El perreo exige una gran destreza mental, una cuota de sadismo, agilidad y agallas para la retaliación y mucha fortaleza, enorme dosis de masoquismo y de denegación, para aguantar la vara, para soportar una agresividad tan gratuita como punzante: en la práctica, lo esencial es no quedarse callado, ser contundente y certero; la lógica y el sentido de la realidad son dejados de lado (:175).


En México, el albur y el perreo pueden ser abordados como dos realizaciones genéricas del humor que permiten estudiar los ejes de la sexualidad, la violencia y la represión en el plano del lenguaje, en la circulación por pistas de la cotidianeidad. Si el albur es la versión masculina heteronormada; el perreo es la forma gay. Si aquél tiene como objetivo sodomizar al contrincante verbalmente; ésta pretende colocarse por encima del interlocutor. Si aquéllos se colocan muy machinamente en la cama; éstas siempre se disputan el trono al tiempo que pretenden arrojar al interlocutor al fango (:233).


Al analizar las funciones que cumple el perreo, el autor concluye que éste permite a la víctima de la violencia sociopolítica ser a su vez sujeto de la misma (:63), poniendo de relieve las muchas tensiones no sólo en la relación de la comunidad gay con el régimen heteronormado, sino dentro del mismo orden homosocial y del espectáculo. El perreo sería “una violenta respuesta a los códigos de la ‘amabilidad’ y ‘buenas costumbres’; la hipocresía y la demagogia que impera en el país” (:285). Se trataría también de “desestabilizar el sistema de la masculinidad y de la feminidad como los únicos géneros permitidos, construidos en oposición.” (:163). Este último punto queda magistralmente ilustrado por la construcción particular del personaje drag al que se dedican las Hermanas Vampiro. En ningún momento pretenden estos actores crear la ilusión o el simulacro perfecto de un personaje femenino y, como en un palimpsesto, la vestida que resulta de la transformación corporal muestra las huellas del cuerpo masculino que le sirve de base: ninguna prótesis para figurar un pecho femenino sino más bien exhibición de un pecho plano, pelos en las axilas, bulto genital prominente, voz grave. Pero el espectador asiste a una vertiginosa orgía de maquillaje y vestuario. Estamos en presencia de un proceso que podríamos calificar de intergénerico, donde no se trata de moverse en un ir y venir entre la división binaria de los géneros, sino de desacreditar la validez de una cultura de género, deconstruyendo su carácter naturalizante y mostrando los artificios de su función performativa.

El Coloquio de las perras, ensayo de rigor científico elaborado con una escritura de calidad literaria, es un libro sobre la condición homosexual en México y sus producciones artísticas marginales. Es también la reflexión de un ser estigmatizado que ha debido luchar contra las fuertes marcas de inferioridad y de vergüenza impuestas por una sociedad feroz y violentamente homofóbica; de un homosexual/gay a quien le ha sido difícil encontrar un lugar (¿ameno?) en la sociedad mexicana. A continuación podrá leerse la digresión biográfica del autor, donde describe las reacciones de odio y de vergüenza que le provocaban, en los años 1960, las apariciones en televisión del escritor afeminado Salvador Novo, con el cual de cierta manera se identificaba y contra el que el joven Marquet exorcizaba su propia inseguridad y malestar social:

A ese otro afeminado, dirigía todo aquello que temía recayera en mí. El hombre del peluquín era el chivo expiatorio de mi inseguridad, de mi incapacidad para hacer frente al sólido muro de la heteronormatividad. […] Debía ser callado para que no se oyera mi voz de loca, no hablar para que mi voz cantarina no se pusiera en evidencia; cuidar mis ademanes, mis poses. Como marginado vergonzante se constituía mi personalidad colonizada, sometida, vigilada. Esa imagen de Salvador Novo resultaba odiosa para el niño que temía ser estigmatizado, que temía que se supiera; ser descubierto como si en mí se alojara un gran criminal, algo monstruoso, sórdido (:181).


Posiblemente no hubiera existido El coloquio de las perras si Antonio Marquet no fuera gay, como no hubieran existido la Historia de la sexualidad o Vigilar y Castigar si Michel Foucault no hubiera sido marginado por homosexual; ni las aportaciones sobre violencia simbólica, dominación masculina y social si el sociólogo Pierre Bourdieu no hubiera nacido en una familia humilde. El coloquio de las perras se ha publicado dentro de la academia mexicana, signo de que los tiempos empiezan a cambiar, no sólo porque permite dar visibilidad a la cultura gay –eso ya se ha conseguido desde hace unas décadas– sino porque permite archivar un material fotográfico y textual sobre esos acontecimientos secundarios, marginales e invisibles de una (sub)cultura artística y efímera, que el olvido y la indiferencia hubieran borrado definitivamente de esta historia crítica de la homosexualidad que se está escribiendo.

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