Las encuestas cuantitativas en comportamientos sexuales: emprendimientos sociales y políticos, productos culturales, instrumentos científicos


Michel Bozon,

Ined, Paris

booz@ined.fr



Resumen: El presente artículo propone reflexión crítica e histórica sobre las encuestas cuantitativas en el campo de la sexualidad. Estas encuestas ya forman parte de nuestras vidas, y el hecho de medir los comportamientos íntimos de las poblaciones ya no sorprende. Sin embargo, no debería perderse de vista que las encuestas cuantitativas, en sexualidad como en otros temas, no son herramientas técnicamente neutras, objetivamente registrarían cambios de comportamientos. Son más bien productos culturales , que orientan lecturas de la realidad y que precisan ser evaluados histórica, política y sociológicamente.


Palabras clave: sexualidad; encuesta cuantitativa; encuesta CSF Francia


AS PESQUISAS QUANTITATIVAS EM COMPORTAMENTOS SEXUAIS: empreendimentos sociais e políticos, produtos culturais, instrumentos científicos (Michel Bozon)


Resumo: O presente artigo propõe uma reflexão crítica e histórica sobre as pesquisas quantitativas no campo da sexualidade. Estas pesquisas já são parte de nossas vidas, e o fato de medir os comportamentos íntimos das populações não mais surpreende. Entretanto, não se deveria perder de vista que as pesquisas quantitativas, em sexualidade como em outros temas, não são ferramentas tecnicamente neutras; objetivamente registrariam mudanças de comportamentos. São mais produtos culturais que orientam leituras da realidade e que precisam ser avaliados histórica, política e sociologicamente.


Palavras-chave: sexualidade; pesquisa quantitativa; pesquisa CSF França



Quantitative surveys of sexual behavior: social and political enterprise, cultural products, scientific instruments


This article proposes to reflect critically and historically about quantitative research in the field of sexuality. Surveys have become part of our lives, and the fact of measuring intimate behavior among populations does not surprise us anymore. However, one should not forget that quantitative surveys, in sexuality as well as any topic, are not technically neutral instruments, which would objectively record changes in behavior. They are, rather, cultural products which provide readings of society, and need to be evaluated historically, politically, and sociologically.

Keywords: sexuality; quantitative research; CSF survey in France



Este artículo es una reflexión crítica e histórica sobre las encuestas cuantitativas de sexualidad. Estas encuestas ya forman parte de nuestras vidas, y el hecho de medir los comportamientos íntimos de las poblaciones ya no sorprende. Sin embargo, no hay que olvidar que las encuestas cuantitativas en sexualidad, como en otros temas, no son herramientas técnicamente neutras, que registran objetivamente los cambios de comportamientos. Son productos culturales, que actúan como guías de lectura de la realidad y que precisan ser evaluados histórica, política y sociológicamente. Pueden ser evaluados, desde una perspectiva sociológica política por un lado, y desde una perspectiva de sociología de la producción intelectual y científica por otro.

En primer lugar, una investigación cuantitativa, especialmente en un tema nuevo, puede considerarse como un emprendimiento social y político. La necesidad de producir una investigación surge a partir de un problema socialmente identificado y reconocido, generalmente asimilado a una población que tiene “problemas” a ser tratados. Grupos sociales, grupos profesionales y grupos de presión políticos se movilizan para formular y resolver un problema, y suelen convocar a disciplinas científicas, que forman alianzas o entran en rivalidad para analizarlo y proponer tratamientos.

Por otra parte, una investigación produce textos, como proyectos, cuestionarios, reportes, artículos y libros, cuyo contenido puede ser analizado como una producción cultural e intelectual. Una investigación cuantitativa contribuye así a construir y legitimar intelectualmente un objeto científico, utilizando categorías, poniendo limites, produciendo datos nuevos, imponiendo definiciones, deteniéndose en determinados componentes del fenómeno, excluyendo otros aspectos. Varios ejemplos históricos, especialmente franceses, 1 serán tomados, para situar la originalidad histórica de las encuestas de la década del 2000.


Discontinuidad de la investigación en sexualidad y generaciones de encuestas

Podría decirse que la investigación cuantitativa en comportamiento sexual nunca se tornó una rutina. La sexualidad no es un campo en el cual la observación científica sea considerada plenamente legítima, y que haya producido una tradición intelectual (Giami, 1991; 1993; Bozon & Leridon, 1993). Históricamente, las encuestas de sexualidad pertenecen más al contexto cultural de su tiempo que a una tradición científica propia. Las discontinuidades no se observan solo entre épocas, pero también en el espacio. Una comparación entre encuestas organizadas en la misma época en países diferentes muestra que el marco social y político nacional influencia fuertemente el contenido de las mismas, tanto en el diseño general como en sus detalles: a pesar de los intercambios entre cientistas, una investigación en comportamientos sexuales realizada en Finlandia en la década del 1990 tiene poco que ver con otra encuesta de sexualidad efectuada en Estados Unidos en el mismo momento (Le Gall, 2001).

El sociólogo norteamericano John Gagnon (1998) ha señalado hace más de veinte años ya la discontinuidad y el carácter poco acumulativo de la investigación y de las encuestas en sexualidad. Siendo la observación de la sexualidad poco legítima, por tanto, poco institucionalizada, es preciso tener justificativas y motivos serios para ser autorizado a llevar adelante una encuesta cuantitativa al respecto. Cada época reinventa casi totalmente los motivos que legitiman la observación en este campo. Los límites de la mirada se desplazan, pero no siempre en el sentido de una ampliación de la curiosidad; dado que el objeto sexualidad nunca es el mismo de una época para otra, puede haber desplazamientos que impliquen una restricción de la mirada (Giami, 1991). Podrían delimitarse generaciones o familias de encuestas, que corresponden a guiones culturales y a preocupaciones sociales próximas, y que definen implícitamente la sexualidad de forma parecida.


1948-1953: Kinsey, ¿el pionero?

Aunque Alfred Kinsey no sea el primero en haber realizado investigaciones cuantitativas en sexualidad, es generalmente considerado como el pionero (Kinsey et al, 1948; Kinsey et al, 1953; Giami, 1991). Al ser tenido como un fundador, es muy difícil situarlo en su contexto histórico y cultural, lo que ha llevado a esa mitología del científico en lucha contra los prejuicios de su tiempo y de la sociedad norteamericana, pese a que él hubiera recibido siempre un generoso financiamiento de la Fundación Ford. Para Kinsey, formado como zoólogo, los estudios en sexualidad humana forman parte de las ciencias naturales; no hay nada constructivista en su aproximación.

El objetivo de la investigación en sexualidad, según Kinsey, es proporcionar una descripción objetiva y exhaustiva de la diversidad de los comportamientos sexuales, sin limitarse a lo moralmente aceptable. Por ejemplo, la encuesta de Kinsey es una de las únicas que realmente abordó la zoofilia, pues el tema fue abandonado en encuestas posteriores. No obstante, esta preocupación con la exhaustividad sólo vale dentro de una definición del comportamiento sexual, identificado estrictamente al orgasmo y a los métodos para conseguirlo. Entonces la metodología es bastante sencilla, siendo el orgasmo la unidad de medida, observar el comportamiento sexual sería contar los orgasmos y los contextos donde ocurren (que para Kinsey son la vida marital, la vida pre-marital, la vida extra-marital, y las relaciones homosexuales). La totalización lleva a un número total de orgasmos. Dentro de esta lógica explicativa, lo sexual genera lo sexual y explica lo sexual, como um movimiento perpétuo. Así, el individuo que tuvo orgasmos masturbatorios en su juventud sería propenso a tener un número alto de orgasmos en su vida marital.

El trabajo de Kinsey reveló a sus contemporâneos la brecha que existía entre la moralidad sexual dominante y la diversidad de los comportamientos. Su trabajo fue tomado más como um evento cultural que como um evento científico, y a su vez Kinsey nunca fue aceptado en la Universidad, lo que remite una vez más a la ilegitimidad social de las tentativas de aproximación científica a la sexualidad.


Las encuestas de las décadas de 1960 y 1970: anticoncepción y optimismo sexológico

El final de la década del sesenta y los comienzos de los setenta corresponden a una segunda generación de encuestas cuantitativas: Schofield sobre la vida sexual de los jóvenes ingleses (1965), Zetterberg sobre Suecia (1967), que inspiró las encuestas de Simon en Francia (1972) y de Sievers en Finlandia (1974). Lo que caracteriza esta generación de encuestas es una especie de optimismo sexológico, típico de la época, que confiaba plenamente en el poder del conocimiento y de la difusión de la contracepción, dentro del marco de parejas casadas, igualitarias y bien informadas.

El objetivo principal de las encuestas era medir las prácticas de la anticoncepción. La época estaba marcada también por un fuerte aumento de las aspiraciones de los jóvenes y adolescentes a la autonomía sexual. Los cuestionarios buscaban monitorear tal proceso, con módulos dedicados a las primeras experiencias sexuales. Favorables a un hedonismo conyugal moderado, dichas encuestas exploraban principalmente la vida sexual habitual de las parejas casadas adultas, poniendo en evidencia una diversificación de los repertórios sexuales (a partir de preguntas sobre las prácticas, pero también sobre las posiciones, con la hipótesis de la emergencia potencial de un arte de la sexualidad). El interés por las posiciones, típico de aquel momento, desapareció en la generación siguiente. Asimismo es importante resaltar que esas encuestas manifestaban cierta indiferencia respecto de la observación de prácticas homosexuales.

Las encuestas de la década de 1990: la sexualidad de riesgo

A finales de los ochenta y e inicio de los noventa, las encuestas se desarrollaron y multiplicaron en un contexto transformado. La emergencia del Sida contribuyó fuertemente a modificar las aproximaciones a la sexualidad. Otros temas -como el embarazo adolescente o los obstáculos a la difusión de la salud reproductiva- fueron también elaborados como problemas sociales en ese período. Entre las encuestas de esta época, cabe mencionar las encuestas DHS (Demographic and Health Surveys, Encuestas Demográficas y de Salud); las encuestas de la OMS sobre el Sida (Cleland & Ferry, 1995); las encuestas europeas sobre el Sida (Hubert et al., 1998); las encuestas de Estados Unidos (Laumann et al., 1994); la de Chile (Arredondo et al., 2000) y de Brasil (Ministerio de Salud, 1998). Con las citadas encuestas, una nueva visión y una aproximación nueva de la sexualidad como riesgo se difundieron, influenciadas por conceptos epidemiológicos, y bastante alejadas de la mirada optimista de la década del sesenta.

Las mencionadas encuestas ya no observan el sexo como placer o como arte. La actividad sexual genera riesgos y consecuencias nocivas para la salud, a los cuales ciertos grupos son más expuestos: los homosexuales masculinos presentados como um grupo de riesgo, o las redes de parejas sexuales. Contar el número de parejas se torna una obsesión, mientras no era una preocupación ni una variable central en la década de los sesenta. El objetivo es evaluar si los individuos se protegen racionalmente. Algunas encuestas son más dedicadas a la evaluación de los riesgos en la vida de los adolescentes; otras, al grado de uso de la anticoncepción dentro de las uniones. Las encuestas son consideradas como un apoyo al diseño de campañas y de políticas de salud pública, y como una herramienta para mejorar la prevención e incentivar a las personas a protegerse.


Una nueva generación de encuestas en el siglo XXI: definiciones amplias de sexualidad y salud

Con el siglo XXI, aparece una nueva generación de encuestas de sexualidad que buscan integrar género, salud y condiciones de vida dentro de un marco explicativo abarcativo. Otra característica de esas encuestas es que definen sexualidad de forma amplia e integral. La noción de riesgo sigue siendo utilizada, pero con menos énfasis que en la generación anterior. Lo que es considerado relevante en estas encuestas es contextualizar los comportamientos, y contemplar la sexualidad como una producción compleja. Los comportamientos sexuales no tendrían sentido si no están situados de forma precisa en trayectorias individuales, sea en el curso de uma vida individual, sea en el transcurso de una historia relacional entre dos personas: con la diversificación de las trayectorias de vida, ya no se puede presuponer que los individuos adultos permanecen casados con una sola persona toda su vida.

Las relaciones de género proporcionan otro marco interpretativo de la interacciones sexuales. La vida sexual estaría modelada por las estructuras objetivas de las relaciones entre sexos existentes en cada cultura, el sistema de género, pero también por las implementaciones específicas del sistema – poder, dominación, igualdad - operantes en una pareja. Por último, la vida sexual, los placeres y los riesgos derivados dependen de las condiciones de vida de las personas. El dominio que ejerzan sobre sus condiciones materiales de existencia, que incluyen recursos materiales y sociales, la posibilidad de beneficiarse de una privacidad, las características y formas de intervención de las redes de familiares y de sociabilidad, el tipo de trabajo, la experiencia de ser discriminado en función de su pertenencia social y/o étnica, o de su orientación sexual.

Los estudios (y los estudiosos) de la sexualidad tienden muchas veces a fragmentar el objeto, a observarlo en pedazos, en función de los problemas sociales a que se dedican. Los que pesquisan disfunciones sexuales no manifiestan interés por la violencia sexual; los que estudian infecciones de transmisión sexual (ITS) no están interesados en las personas que no tienen sexo; los que investigan el aborto o la anticoncepción no abordan el repertorio de las prácticas sexuales. Considerar la sexualidad de forma integral permite reconstruir la experiencia de los sujetos. Esto implica observar simultáneamente riesgos y placeres, sexo y falta de sexo, protección contra las IST y anticoncepción, sexo durante el embarazo, la búsqueda de parejas por Internet, etc.; significa contemplar tanto los actos sexuales y las relaciones de pareja como los significados de la sexualidad. La investigación en sexualidad tiene que reconstruir el conjunto complejo de elementos cuya suma compone la experiencia sexual individual.

Las encuestas de la generación del 2000 procuran también alcanzar uma aproximación más dialéctica de la relación entre salud y sexualidad. Salud tampoco es un concepto estable. Aceptando la ampliación de la noción de salud efectuada por la OMS como um estado total de bienestar, se puede establecer un doble vínculo entre salud y sexualidad: el estado de salud inpacta en la actividad sexual, y reciprocamente la actividad sexual influye en la salud y el bienestar. El referido concepto amplio de salud, respecto de la sexualidad, puede relacionarse con la promoción, en el período reciente, de la noción de salud sexual por la propria OMS (Giami, 2002), asociada a la de derechos sexuales, defendida no solamente por el movimiento homosexual sino también por una asociación profesional de sexólogos, que se transformó en ONG, la WAS (World Association for Sexual Health).


Francia: las transformaciones del contexto social y epidemiológico en la década de 1990

La secuencia de encuestas francesas en comportamientos sexuales es una buena ilustración del cambio de paradigmas. La encuesta ACSF fue llevada a cabo en 1992, en el pico de la movilización contra el sida. Pese a la multidisciplinaridad del equipo, la investigación estuvo marcada por un fuerte sesgo epidemiológico (Giami, 1993); como la encuesta estaba destinada a evaluar en que medida las personas se alejaban de las recomendaciones de prevención sobre el sida, el cuestionario se concentró en las prácticas que tenían que ver con aquel enfoque.

Una segunda encuesta fue organizada en la primera década del siglo XXI (Contexto de la Sexualidad en Francia, en adelante CSF) en un contexto muy cambiado, tanto en términos de salud pública como en términos de organización familiar y social. Con la difusión y el éxito del tratamiento terapéutico del sida, el VIH se transformó en una enfermedad crónica y el número de personas que vivían con el virus fue aumentando con la sobrevivencia de sus portadores. Al mismo tiempo, la sensibilidad pública y el compromiso del poder político con la prevención disminuyeron, lo que debilitó la adhesión a la protección. Y el proceso de medicalización de la sexualidad entró en una nueva fase con la disponibilidad de las medicinas para la disfunción eréctil.

En términos sociales, cabe resaltar la precarización creciente de algunos grupos sociales, así como la aceleración de los cambios en las estructuras familiares, especialmente el aumento de la mobilidad conyugal. Los temas de sexualidad entraron en el ámbito del debate público y político; por ejemplo, en el momento del debate sobre las sociedades de convivencia abiertas a las uniones de mismo sexo, en 1999 el PACS (Pacte civil de solidarité), o de la creación, en 2004, de una institución estatal de lucha contra las discriminaciones, que incluye los casos de discriminación por orientación sexual (la HALDE, Haute Autorité de Lutte contre les Discrimination et pour l’ Egualité). Todos estos cambios llevaron a redefiniciones de los contornos de la sexualidad y del régimen normativo de la sexualidad, y por lo tanto de los elementos que deben ser contemplados en una investigación en sexualidad, puesto que no hay nada fijo en lo que consideramos como sexual.


El diseño de la encuesta CSF

La encuesta sobre el Contexto de la Sexualidad en Francia fue llevada a cabo en 2006 con 12.364 personas de entre 18 y 69 años que fueron entrevistadas por teléfono, usando una metodología parecida a la de la investigación previa. El teléfono es una opción interesante, no sólo porque reduce mucho el costo de la encuesta, sino también porque introduce una distancia controlada entre encuestador y encuestado sobre temas sensibles. La entrevista por teléfono garantiza un mayor grado de anonimato, reduce los problemas de privacidad y disminuye los efectos de deseabilidad social en las respuestas. La encuesta CSF, que puede considerarse un ejemplo de las encuestas de la última generación, está organizada en torno de tres hipótesis:

- la diversificación de las trayectorias sexuales y afectivas acarrea una transformación de los contextos de prevención

- los elementos que estructuran las relaciones de género modelan la interacción sexual y el contexto de riesgo

- el control de las personas sobre las consecuencias de su actividad sexual depende del domínio que tienen de sus condiciones de vida.


Una de las características originales de la encuesta CSF es su enfoque biográfico, que profundiza en determinados momentos marcantes del curso de vida. La observación de la vida sexual en la juventud no se limita a la primera relación sexual, se extiende a todo el período de vida sexual juvenil antes de entrar en una primera unión conviviente. Respecto del período adulto, un módulo del cuestionario está dedicado a la vida sexual y a las relaciones amorosas y sexuales después de una separación conyugal o amorosa. Finalmente, la encuesta aborda los cambios en la vida sexual relacionados con el envejecimiento, con una evaluación precisa del estado de salud de las personas y de sus parejas.

Tal énfasis en el curso de vida corresponde a la primera hipótesis mencionada relativa a la diversificación de las situaciones y de los contextos de prevención. La segunda hipótesis refiere a la inscripción de la interacción sexual en el marco de las relaciones de género. Se buscó caracterizar las situaciones de desequilibrio y de dominación en las uniones estables y en las relaciones ocasionales, y analizar cómo dichas situaciones se relacionan con las experiencias sexuales, la satisfacción, o a la inversa, con deseos o placeres discordantes, con dificultades de protección y de prevención, inclusive con la violencia sexual.

Los límites de la sexualidad fueron abordados, a través del estudio del sexo sin penetración, tanto en las relaciones juveniles cuanto en las uniones y relaciones adultas. Por otra parte, la encuesta indagó la manera como los o las que no tienen sexo o nunca tuvieron sexo viven esta situación, en una sociedad que valoriza cada vez más el hecho de tener una actividad sexual regular, especialmente en la edad adulta. Otro tema tocado por la encuesta es la influencia de Internet y de sus sitios de encuentros sobre la vida sexual y amorosa.


Hallazgos seleccionados de la encuesta CSF

Algunos hallazgos de dicha encuesta merecen ser destacados (Bajos & Bozon, 2008a). Una comparación con la encuesta de 1992 muestra que las mujeres declaran una vida sexual más diversificada, mientras que la de los hombres cambia poco. Las representaciones de la sexualidad se modifican menos que las prácticas, a pesar de ciertas evoluciones (respecto de la homosexualidad, por ejemplo), las normas e interpretaciones de la sexualidad oponen siempre fuertemente la sexualidad femenina y la sexualidad masculina, lo que mantiene el doble estándar tradicional. Los comportamientos masculinos y femeninos continúan siendo juzgados según criterios dicotómicos, que jerarquizan las parejas. Todo lo anterior genera tensiones entre prácticas y representaciones, que tienen consecuencias para la prevención. En ese sentido, sería más difícil para una mujer protegerse o negociar la protección cuando se siente criticada o estigmatizada por no tener el comportamiento esperado de las mujeres.

Un fenómeno notable es el aumento de la actividad sexual de las mujeres en pareja de más de cincuenta años (ver figura 1). En 1970, apenas la mitad de las mujeres casadas de más de 50 años mantenían actividad sexual, mientras que en 2006 este hecho se ha tornado una situación habitual en 9 de 10 mujeres. El número de relaciones sexuales también ha aumentado: las mujeres en pareja de más de 50 años tenían, en promedio, 5 relaciones en 1992, actualmente tienen siete. Se trata de un aumento importante, que se traduce en un prolongamiento de la vida sexual y que aproxima las experiencias de hombres y mujeres a lo largo de la vida.



Figura 1: Personas de más de 50 años viviendo en pareja que han tenido relaciones sexuales durante el año, según encuestas de 1970, 1992 y 2006 (%)













Otro hallazgo refiere a los nuevos medios de comunicación que forman parte del escenario de encuentros amorosos y sexuales. Los sitios de encuentro en Internet han tenido un éxito formidable, dejando atrás a los antiguos clubes de encuentro y al minitel: el 10 por ciento de las mujeres y el 13 por ciento de los hombres se han conectado a aquellos, al igual que cerca de un tercio de los jóvenes entre 18 y 24 años. En estas edades las mujeres son más numerosas que los hombres (36 % entre los 18 y los 19 años). El acontecimiento relevante de hecho es esa apropiación de Internet por parte de las mujeres jóvenes; podemos avanzar en la hipótesis de que esto les permite explorar más libremente posibilidades de encuentros, escapando temporariamente al control de sus pares y de personas cercanas, y ensanchando el universo geográfico de reclutamiento de compañeros/as.

Mientras tanto, y pese a las aproximaciones entre mujeres y hombres, las actitudes respecto de la sexualidad continúan divergiendo (ver figura 2). Tal divergencia remite a una visión de mundo que ve en la biología la causa esencial de las diferencias entre hombres y mujeres en lo que respecta a la sexualidad. Esta biología se expresa frecuentemente a través de ciertos discursos psicológicos. De este modo, los hombres, y especialmente las mujeres, están en su mayoría de acuerdo con la idea según la cual "los hombres tendrían por naturaleza más necesidad de sexo que las mujeres". Los jóvenes piensan también de esa forma pero en menor medida –aunque no mucho– que las otras generaciones.



Figura 2: Las representaciones de la sexualidad


« Por naturaleza los hombres tienen más necesidades

sexuales que las mujeres  » (% de acuerdo)


Si examinamos las opiniones sobre la homosexualidad, veremos que es más aceptada en las generaciones más jóvenes que entre las mayores, y más entre las mujeres que entre los hombres (ver figura 3). Entre los 18 y los 24 años, la opinión dominante es que  “la homosexualidad es una sexualidad como otra cualquiera”. En cambio, entre los hombres de más de 60 años, predomina la opinión de que “la homosexualidad es una sexualidad contra natura”. Los jóvenes son más tolerantes; sin embargo, los hombres con una actitud intolerante duplican a las mujeres. Lo que revelaría el temor entre algunos hombres de ver su identidad masculina puesta en cuestión.


Figura 3: Con respecto a las relaciones homosexuales, ¿Usted diría que se trata de…


una sexualidad como cualquier otra? …una sexualidad contra natura?











Las actitudes discriminatorias adquieren a menudo una forma implícita. El rechazo a la homosexualidad se manifiesta cada vez menos frecuentemente de manera abierta. La aceptación teórica y pública de la homosexualidad generalmente no es una aceptación en privado (Bajos & Beltzer, 2008). Y entre los jóvenes homosexuales, hombres o mujeres, la relación con los padres es siempre uno de los aspectos más problemáticos ( ver Tabla 1). La posibilidad de una parentalidad homosexual sigue siendo difícil de aceptar, como si la homosexualidad debiera mantenerse absolutamente al margen del proceso de reproducción social. Sigue habiendo una fuerte homofobia oculta cuando la transmisión social y familiar está en juego.



Tabla 1


Trayectorias sexuales: una nueva realidad, una nueva herramienta


Una noción importante en las encuestas de la última generación es la de trayectoria o curso de vida. En la actualidad, las personas se definen cada vez más a partir de eventos, de procesos y pasajes biográficos, y cada vez menos en términos de estatus fijos. Ser una mujer casada, por ejemplo ya no es un estatus estable, sino un momento biográfico, con un potencial de cambio, en caso de ruptura conyugal.

La idea de trayectoria permite contemplar de otro modo la experiencia de ser miembro de una familia o de tener una orientación sexual; en lugar de transmitir una idea de estabilidad y de permanencia, la orientación sexual debería ser concebida como el resultado de una dinámica biográfica compleja, que puede cambiar en el futuro. Ciertas edades de la vida son trayectos, más que estados: la juventud, más que la pertenencia a un grupo bien delimitado, es un camino de transición. La vida de pareja también es un proceso antes que un estatus, con duración y con etapas: una unión incipiente es muy diferente de una unión estabilizada. Por último, en términos de prevención, la idea de trayectoria llama la atención acerca de la multiplicación de las situaciones biográficas que deben ser contempladas por los individuos, especialmente los períodos de búsqueda de parejas sexuales, que ya no se limitan al período de la juventud.

Movilización pública, comportamientos, declaraciones privadas

Existe una relación dialéctica entre políticas públicas y debates públicos sobre la sexualidad, de un lado, y los comportamientos, normas y declaraciones de las personas del otro. La existencia de un debate o de una acción pública torna más legítima la palabra individual sobre un determinado tema y favorece cambios simultáneos en actitudes y declaraciones.

En otros términos, los períodos de efervescencia y acción política en torno de la sexualidad son una muy buena oportunidad para la observación y para las encuestas. En los países de América Latina, hay temas de movilización y debate como el aborto, la educación sexual, la homosexualidad y la discriminación, la violencia contra las mujeres, las uniones del mismo sexo, o el embarazo adolescente.

En Francia, por ejemplo, cuando se organizan políticas multisectoriales de lucha contre la violencia sobre las mujeres, las voces elevan su tono, vuelven a la memoria recuerdos de eventos pasados y las declaraciones de violencia sufrida por las mujeres suben en las encuestas (Bajos & Bozon, 2008b). Cuando la homofobia se vuelve tema de politíca pública, la proporción de personas que se declaran homosexuales aumenta. La disposición individual a hablar crece con la acción y el debate público. Las encuestas son, al mismo tiempo, un reflejo de cambios previos y un incentivo a nuevas movilizaciones.


A modo de conclusión

Las encuestas de la última generación están basadas en definiciones amplias de la sexualidad, que ya no se restringen a la sexualidad de riesgo. Y eso remite al hecho que la sexualidad ocupa un lugar mayor en nuestras vidas. En esta lógica, tanto el uso de anticoncepción como la participación en un canal de chat o una práctica masturbatoria solitaria después de ver una película pornográfica son elementos de orden sexual. El abordaje biográfico se justifica, entre otros, por el prolongamiento del período potencial de sexualidad activa, que permite que los individuos pasen por situaciones relacionales cada vez más diversas y complejas.

Por otra parte, tanto la persistencia de asimetrías de género en las relaciones interindividuales cuanto de desigualdades sociales en las condiciones de vida, por las consecuencias que tienen sobre la actividad sexual, deben ser contempladas de forma realista. Existe una brecha –que quizás nunca haya sido mayor– entre las representaciones sociales de sentido común, las expresiones visibles de la sexualidad y la realidad de las experiencias individuales. Al fin de cuentas, lo que justifica la realización de nuevas encuestas cuantitativas en sexualidad no es sólo que puedan ayudar en la definición de nuevas políticas, sino también que contribuyan a una renovación de la mirada y coadyuven a alimentar tanto la reflexividad de cada uno como el debate político, la advocacy y el cuestionamento público de las normas vigentes. Las encuestas tienen también una función crítica.


Recibido: 31/agosto/2009

Aceptado para publicación: 23/noviembre/2009

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1 Esto en virtud de que desde el inicio de la década de 1990, estoy involucrado en la producción de investigaciones cuantitativas en sexualidad. Fui uno de los investigadores principales de la gran encuesta francesa de 1992 que entrevistó a 20 mil personas (Spira & Bajos, 1993; Bozon & Leridon, 1993), de la encuesta Cosecon de Chile de 1998 (Arredondo et al, 2000), de la encuesta Gravad de Brasil con jóvenes de 18 a 24 años (Heilborn et al., 2006). He coordinado también con Nathalie Bajos la encuesta que llevada a cabo en 2006 en Francia con 12000 personas (Bajos, Bozon, 2008). Asimismo, participé en varios proyectos comparativos en Europa (Bozon & Kontula, 1998; Hubert et al., 1998) y América Latina (Bozon, 2005; Bozon et al., 2009).